Hace una semana terminé de leer el libro El bolígrafo de gel verde de Eloy Moreno.
Un libro que me recomendó mi pareja y que tiene un trasfondo muy poderoso, impactante y, en mi opinión, muy importante.
Un libro que me ha hecho viajar al pasado, cuando recién salido de la universidad, como si de una barra de pan se tratara, conseguí una beca para trabajar en una de las empresas de telecomunicaciones más grandes e importantes de mi país, en plena capital.
Mucha gente de mi entorno estaba muy contenta y orgullosa porque había conseguido la beca recién terminada la carrera. Incluso yo. Pero ahora lo pienso en perspectiva y más que por la beca en sí era por la empresa y el estatus que conseguía con ello.
No terminé la beca. Me fui antes.
Afortunadamente, pronto me di cuenta de que no quería ese modo de trabajo-vida.
No era para mí.
Algo muy similar a lo que le pasa al protagonista de este libro.
Encarcelado sin rejas en 445 m2, con un horario-trabajo-vida que apenas le da para llegar a casa y poder ver a su hijo despierto; cenar con su mujer antes de caer rendido en la cama de nuevo, dormir apenas y volver otra vez a lo mismo a la mañana siguiente.
Un estilo de vida —por llamarlo de alguna manera— que es el más extendido actualmente; donde muchísima gente está metida y sin ser apenas conscientes. Donde perder —porque no se puede llamar de otra forma— dos horas o más del día en atascos, encontrar aparcamiento y salir del coche sin ser consciente de cómo has llegado; echar más de diez horas trabajando, con una hora para comer, que nunca llegan a los cuarenta minutos; no tener tiempo si quiera para poder disfrutar de tu familia, de tus amigos, de ti mismo; un estilo de vida que se ha convertido en «lo normal».

«Porque hay que traer dinero a casa».
No importa las condiciones. No importa que no vivas. No importa lo que eres, lo que sientes, lo que piensas. Solo importa que seas una máquina más, una minúscula pieza de los engranajes de esta sociedad, que nos obliga a no vivir.
Porque eso no es vida.
Y nos empeñamos en que sea así. Porque nos han inculcado desde pequeñicos que así es como se tiene que vivir.
Lo siento, pero no.
Creo firmemente que algo estamos haciendo mal. Muy mal.
Y como el protagonista de esta novela, creo que nuestros sueños, nuestros objetivos, nuestros anhelos deben prevalecer, ser lo primero. Y luchar por ellos. Aunque eso signifique empezar todo desde cero.
Empezar a vivir.
